Me llamó la atención el título de un ensayo d'Edouard Bouyé, publicado recientemente en 2017 en Francia: "El archivista en la ciudad. Una luciérnaga". El archivista ha sido asimilado a varios animales: la rata, el ratoncito, la hormiga y ahora el luciernaga. Sin embargo, no es nuevo. Bouyé se refiere Honoré de Balzac en Ferragus, donde se describe al archivista del Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia en esos términos: "Jacquet era en el ministerio un especie de luciérnaga brillaba a sus horas, descifrando y clasificando los despachos".
Luego de referirse al archivista en diversas obras literarias, el autor recoge la vida de un archivista de hoy, trabajando en la oscuridad, pero iluminando a veces el panorama para alguien, cuando desvela parte del pasado. La tarea del archivista se parece a la de un niño que quiere vaciar el mar con una concha (imagen tomada prestada de San Agustín). Sabemos que todos los archivistas se han visto frente a un montón de archivos al granel.
Pero el panorama está cambiando. Por las gracias del Internet, el trabajo del archivista cobra más sentido ahora. En efecto, la publicación de documentos procesados en la Web ha permitido alcanzar más usuarios. Entre 1996 y 2015, las consultas en los archivos franceses ha sido multiplicada por 16. Increíble, verdad?
Pero lo que me parece todavía más interesante es la consecuencia de esa publicación: en la consulta de tipo genealógica, y bajo la supervisión de los Archivos Nacionales, los genealogistas tienen el permiso de agregar notas que enriquecen el trabajo del archivista. O sea, hablamos de una interacción muy productiva entre el archivista y el usuario. El sueño de todo archivista!
[Seguiré luego esas notas de lectura]
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