Visitando
últimamente numerosos archivos del Estado dominicano, me estoy preguntando una
vez más cuál será el futuro del patrimonio documental del país. Algunos siguen
religiosamente un sistema implantado en el 2000, o sea hace 20 años, sin pensar
en modificar nada; otros han abandonado ese mismo sistema sin crear uno nuevo.
el resultado general es el caos.
Cierto
que ahora todo el mundo quiere digitalizar y piensa que eso será la panacea
universal, lo que obviamente no es mi opinión. ¿Dónde aprenderán los
descendientes de esa generación la historia de su país? ¿Quién me asegura que
la data digital se conservará con la misma suerte que el papel? ¿Sabemos que el
papel ha traspasado los siglos, pero una imagen digital? También hemos visto
muchos proyectos de digitalización fracasados por la mala planificación y preparación
de ese proyecto. Y de toda manera, la ley todavía obliga a conservar documentos
papel.
No
debemos descuidar la conservación de los documentos papel mientras no haya una solución
digital confiable. Recordamos que la Ley General de archivos 481-08 sanciona
los diferentes actores del flujo documental, responsable de su conservación y
del acceso a la información que contienen los documentos.
Los
archivistas dominicanos deben mostrarse un poco más pro-activos y creativos. No
se le puede dejar todo al Archivo General de la Nación, el cual además parece
estar muy alejado de la realidad. A menudo me señalan que los formularios
integrados al Reglamento 129-10 para varios procesos no pueden utilizarse tal
como están porque nadie los entiende y no hay técnicos suficientes para enseñar
de manera repetitiva a todos los órganos del Estado. Recordamos que, en el
país, la mayoría de los archivistas lo son mientras acaben su carrera, que no
tiene nada que ver con la archivística.
Es
urgente una capacitación archivística, pero una capacitación “aterrizada”,
sencilla, acorde con el nivel de la mayoría de los “archivistas” o mejor dicho
de los empleados colocados en puestos de archivistas.
Si
no se efectúa pronto, y de manera regular, en unos 100 o 200 años, no se sabrá
que ha ocurrido en la época actual, porque los documentos papel habrán
desaparecido y la data digital posiblemente no se haya conservado correctamente,
o no la podrán leer por la no migración regular a formatos más modernos.