El
covid-19 ha aislado físicamente a las personas. Pero el hombre siempre busca
respuestas y soluciones. Si la Edad Media explicaba las pandemias como castigo
de un Dios y por ende sin solución, nuestro tiempo al contrario prefiere
encontrar soluciones.
Para el mundo de los archivos, el
problema reside en los documentos. ¿Cómo hacer que se alimente la gente sin
llenar los supermercados? Numerosas soluciones han surgido que evitan el contacto
humano y la manipulación de facturas. ¿Cómo hacer que se efectué un juicio sin
que se llene una sala de audiencia? Las videoconferencias y los documentos
digitales surgieron. Todos los servicios se pueden pagar en línea, y facturas y
recibos son digitales. El fenómeno de la digitalización, iniciado ya hace un
tiempo, se ha activado frente a la pandemia.
Los archivos históricos no escapan a
ese cambio: numerosos proyectos de digitalización han sido resucitados para
permitir la investigación, bloqueada con el cierre de las instituciones.
Pero ¿cuál es la consecuencia para
los archivistas? Un cambio tremendo, que ya se veía venir, solo que el Covid-19
lo ha acelerado. Como lo comentaron hace un tiempo frente a mí "el que no
se sube al tren no llega a ninguna parte".
Un estudiante novato comentaba:
ahora los archivistas deben usar mascarillas y guantes. Pero eso siempre ha
sido parte de las herramientas del archivista que manipula documentos
históricos. Solo que ahora los que trabajan con documentos recientes deben
usarlos también.
El asunto es más complejo.
"Los archivistas ya no tienen
opción: deben combinar la influencia de las computadoras y los servidores en el
desarrollo, la difusión y la conservación de los datos. la prioridad va al
establecimiento de políticas de archivo electrónico" (Gilbert Coutaz, La positive attitude de l'archiviste).
Ahora el archivista debe tomar en
cuenta el archivo digital; y más complejo todavía debe trabajar con archivos
híbridos, mitad papel, mitad electrónico. Y ojo con eso: ya el original no
siempre es papel; esos expedientes híbridos se componen de documentos nacidos
electrónicos, o sea que la copia papel -si la hay - solo es una copia que el
dueño del proceso imprimió para sentirse seguro.
Las necesidades de consulta digital
han llevado numerosas instituciones o empresas a poner en agenda la digitalización
de sus archivos, un reto para los archivistas tradicionales que deben
incorporar las TICs a sus conocimientos. No hay vuelta atrás. Los archivistas
han descubierto herramientas que no conocían. Las reuniones virtuales obligan a
conocer varias plataformas. Los chats se han vuelto institucionales. El flujo
documental cambia gracias a los sistemas de gestión documental que dirigen el
documento. La firma electrónica cambia la visión de los especialistas en cuanto
a autenticidad de los documentos.
El archivista de hoy, si quiere ser
el de mañana también, solo tiene una salida: capacitarse. Una de las
consecuencias positivas de la pandemia es que muchas instituciones y
universidades, renuentes hasta ahora a la educación a distancia, están proponiendo
cursos muy interesantes y de todos los niveles para formar ese profesional
nuevo que pide el mercado. Que quede claro: el archivista que no se sigue
formando no tiene futuro.
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