lunes, 19 de octubre de 2015

El (la) archivista

Una cosa es el trabajo arduo que debe efectuar el archivista para mantener los documentos en buen estado y dar servicio al usuario, y otra cosa es como el público en general considera al archivista.
La mayoría de la gente lo ve como una persona que “brega con papeles viejos y sucios” (cito). Lo consideran más o menos al mismo nivel que un conserje. De hecho, en mis viajes a archivos localizados en pueblos pequeños, me encontré con un conserje muy mayor que apenas sabía leer y escribir a cargo de un archivo; y también con una conserje-cocinera que solo podía atender al usuario si no era su tiempo de limpiar y cocinar.
En general, las personas no distinguen entre archivista y documentalista como bien lo señala Marc Libert en su estudio “La imagen del archivista en los comics belgas” (https://hleno.revues.org/183).

La visión que se tiene es de una persona mayorcita, con lentes trabajando en un sitio feo, sin ventana y lleno de polvo. La parte del lugar de trabajo en muchos casos coincide, pero en lo que toca al archivista no estamos de acuerdo. La realidad es que a menudo las empresas nombran en esos puestos a jóvenes que aceptan el puesto mientras estudian, para entrar en una empresa, pensando siempre escalar a otra posición.  

Todavía en República Dominicana, ser archivista no es una profesión. 

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