Un escándalo
mayúsculo ha salido recién en la prensa y las redes sociales, exponiendo a la
luz pública fraudes cometidos por numerosas empresas y personalidades de todo
el mundo. Los papeles de Panamá como se le conoce es otra prueba de que los
archivos son un poder con el cual hay que contar. No quiero entrar hoy en el
tema de la corrupción, sino en el de la seguridad de la documentación y de la
información.
Ese escándalo
se debe a una filtración al parecer mayor
que la de los WikiLeaks desde una firma de abogados. Según el periódico El Mundo de hoy 4 de abril, “Durante 12 meses, un equipo de más de
370 periodistas de un centenar de medios de 76 países ha estado analizando más
de 11,5 millones de documentos internos del despacho de abogados panameño
Mossack Fonseca, considerado uno de los cinco mayores registradores mundiales
de sociedades offshore, especializadas en la evasión de impuestos.”
¿Cómo esos
periodistas tuvieron acceso a esos documentos? En general, las firmas de
abogados son muy celosos con su documentación y me imagino que ese bufete por
su especialidad debería haber colocado una seguridad óptima para la consulta de
sus documentos. Esa filtración solo puede venir de adentro. Y ahí donde
pregunto: ¿saben lo que significa la ética del archivista? Cualquiera que sea
lo que se maneja en una empresa de cualquier tipo, un archivista está ligado
por el secreto profesional y no debe hablar de lo que ve ni siquiera con su
pareja.
Pueden objetar:
bueno pero aquí hay fraude. Respondo: no tengo derecho a difundir esos
documentos aun sepa que se está actuando mal.
Eso, para
que reflexionemos un poco sobre el papel del archivista.
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